hoy se cumplen 57 años de la segunda intervención norteamericana a R.D.

 


La “segunda Cuba” y la “protección de ciudadanos norteamericanos” fueron las justificaciones que el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, argumentó durante un discurso que se transmitió por televisión

La desbandada durante la batalla del Puente Duarte de los efectivos del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas o CEFA, leales al general Elías Wessin Wessin, así como la falta de liderazgo de los jefes de las tropas que querían evitar el retorno de Juan Bosch al poder, dejó claro a los estadounidenses que tendrían que invadir República Dominicana para detener al Movimiento Constitucionalista. Y así ocurrió hace hoy 57 años.

No obstante, estos tendrían que buscar un bajadero argumentativo para legitimar su acción ante el mundo sin que su imagen saliera más perjudicada de lo que estaba con la guerra de Vietnam.

De acuerdo al libro: “Cronología de la Revolución de Abril”, escrito por Gerardo Sepúlveda y promovido por el Archivo General de la Nación (AGN), la noche del 28 de abril de 1965, el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, anunciaba su determinación de intervenir el país.

“Las naciones americanas, no pueden, no deben, y no van a permitir el establecimiento de gobiernos comunistas en el hemisferio occidental”, manifestaba Johnson.

Al día siguiente de esas declaraciones, el Departamento de Estado ordenó a William Tapley Bennet garantizar que se diera atención urgente a planes operacionales (intervención), con la discreta pero intensa y abrumadora asistencia de contingentes norteamericanos para “sofocar sistemática y deliberadamente” la resistencia de los constitucionalistas.

Ya habían pasado cuatro días luego de que militares leales a Juan Bosch, quien había sido derrocado en 1963, se sublevaran en contra del Triunvirato presidido por Donald Reid Cabral.

El ideólogo de aquel levantamiento era el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, quien había sido sacado del país como agregado militar designado en Chile. En su lugar, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó había resaltado como líder indiscutible de la revuelta que terminó venciendo a las tropas del general Elías Wessin y Wessin durante la batalla del puente Duarte, quienes se oponían al regreso de Bosch.

El doble discurso

De acuerdo a la obra “Cronología de la Revolución de Abril”, mientras Estados Unidos hablaba ante el mundo de neutralidad y que su presencia en República Dominicana era humanitaria; al mismo tiempo abastecía militarmente y de toda logística a las fuerzas del CEFA, además de participar y dirigir sus planes de ataque con fines de aniquilación de los constitucionalistas donde también participarían las fuerzas recién desembarcadas.

A las 2:30 de la madrugada del 30 de abril, “unos 2,500 hombres de la 82 División Aerotransportada aterrizaron en San Isidro. Era el comienzo de una masiva acumulación militar que en diez días alcanzaría un tope de 23,000 soldados norteamericanos en suelo dominicano, número casi igual a la mitad de los que por ese entonces estaban combatiendo en Vietnam”.

Según el documento del AGN, fue también el 30 de abril que Johnson dejó entrever al público por primera vez la naturaleza de su “intervención humanitaria”.

“Con el pretexto del asomo comunista cuando en realidad el gobierno de Bosch elaboró una constitución democrática, liberal y con una gran determinación de hacer cumplir las leyes y favorecer a los pobres, además de encaminar una reforma agraria para fortalecer el campo y los campesinos”, reseña el libro del AGN.

El mote del “comunismo” fue el utilizado tanto para derrocar a Bosch como para perpetuar a los golpistas en el poder, que eran leales a los intereses norteamericanos.

Ese estigma del “comunismo” se vio reforzado al Johnson señalar que: “Hay señales de que gente entrenada fuera de la República Dominicana trata de tomar el control. Con ello, las legítimas aspiraciones del pueblo dominicano y de la mayoría de sus líderes en pro del progreso, la democracia y la justicia social, resultan amenazadas, al igual que los principios del sistema interamericano”.

Durante la intervención norteamericana se contabilizó un total de al menos 42,000 marines que pisaron suelo patrio durante la contienda patria.

La OEA apoyó la invasión

La complicidad de organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA), sirvieron de instrumento para consolidar la intervención de Estados Unidos.
La Fuerza Interamericana de Paz fue la punta de lanza orquestada por la OEA, en conjunto con aquellas dictaduras y gobiernos afines a los intereses estadounidenses.

La estructura de ese organismo estaba formada por dictadores como Castelo Branco, quien encabezó el envío de 1,250 tropas a República Dominicana en representación de Brasil; mientras que Oswaldo López Orellano, de Honduras, mandó a 250 soldados al suelo patrio; René Schick Gutiérrez, presidente títere de la dinastía Somoza, en Nicaragua, envió a 174 efectivos de su ejército; y por último, Francisco Orlich de Costa Rica, autorizó enviar a 20 agentes policiales.

Las disculpas de la OEA

En agosto de 2015, el actual secretario general de la OEA, Luis Almagro, pidió disculpas al país por lo que hizo ese organismo cuando en el año 1965 aprobó la intervención norteamericana, que dejó como resultado miles de víctimas.

“Es importante asumir responsabilidades históricas; postular que determinados hechos del pasado no ocurran nunca más, no para reparar el pasado, sino para las generaciones venideras”, sostuvo en aquel entonces.

Fin de la guerra

La imposición de un gobierno títere y paralelo al de los constitucionalistas, con influencias estadounidenses, liderado por Antonio Imbert Barrera, agudizó la matanza de dominicanos por las escaramuzas que se extendieron hasta septiembre.

Miles de ciudadanos, incluyendo de otras nacionalidades, ofrendaron sus vidas en las calles de Santo Domingo. Sobre todo los días 15 y 16 de junio, cuando se lanzó una extensa operación militar sobre la zona constitucionalista que buscaba barrer de una vez y por toda con toda resistencia posible.

No obstante, la firmeza de los constitucionalistas de resistir hasta las últimas circunstancias produjo una empatía generalizada.
La guerra terminaría con la firma del Acta Institucional, auspiciada por la OEA, rubricada por Imbert Barrera y Caamaño Deñó, para alcanzar la paz, tomando juramento el 3 de septiembre como nuevo presidente interino, Héctor García Godoy.



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