Ómicron la pesadilla cruel al final del año 2021

 


Santo Domingo, RD En países como la República Dominicana, la variante Ómi­cron del virus SARS-CoV-2, que provoca Covid-19, es una seria ame­naza que puede provocar una extensión amplia de los contagios de esa afección y más daños a la economía.

Pero parece inútil sen­sibilizar a las autoridades dominicanas, que llevan más de un año desvela­das invirtiendo un dineral en recuperar el “turismo” por encima de cualquier otra consideración del peli­gro sanitario que afronta el país.

La variante Ómicron, que tiene la credencial de reunir en solo ella una mul­tiplicidad de otras versiones mutadas del virus, se iden­tificó inicialmente en el sur de África, pero luego se de­tectaron casos positivos con ella en el norte de ese con­tinente (Egipto) y más pre­ocupantemente en varios países de Europa, en Brasil, Canadá y Estados Unidos.

El gobierno dominicano tiene puertas abiertas pa­ra la llegada de extranjeros por puertos, aeropuertos y frontera terrestre, en su me­jor empeño de presentar ci­fras extraordinarias de turis­tas. Sin que pudiese ignorar totalmente que Ómicron es la variante más peligrosa del nuevo coronavirus, como lo han reconocido las naciones europeas, Estados Unidos y otros países, el gobierno do­minicano se “blindó” prohi­biendo la llegada de pasaje­ros desde naciones del sur de África, donde originalmen­te se identificó la cepa, pero mantiene cielo abierto a Bra­sil, Canadá y Europa, donde también hay decenas de ca­sos de esa variante.

¿Cómo saben las autori­dades migratorias que un pasajero que salió de Johan­nesburgo, Luanda, El Cairo, Lisboa, Bruselas, Tel Aviv y otras localidades con casos comprobados de Covid-19 con variante Ómicron, que llega de Miami o Nueva York, tiene el peligro de traer el vi­rus? ¡Absolutamente, impo­sible!

Prohibir la llegada de via­jeros del sur de África –la amenaza menor– es correc­to, pero insuficiente si ni si­quiera se exige prueba de va­cunación o PCR negativa de quienes vienen de Europa o Norteamérica. Y, obviamen­te, el Ministerio de Turismo no llegará hasta ahí y por lo tanto, el de Salud Pública, tampoco se aventurará a to­mar la iniciativa que deman­da la circunstancia.

¡Cielos cerrados desde el sur de África para pasajeros que quisieran venir a Repú­blica Dominicana! ¡Cielos abiertos, sin ninguna restric­ción, para los viajeros de Es­tados Unidos, Europa y Ca­nadá, donde también está la variante Ómicron, pero el go­bierno no toma esto en cuen­ta, pese a que de ahí es que llega el mayor número de vi­sitantes al país.

Cualquier hijo de mujer comprende que siendo el tu­rismo la bestia sagrada del “crecimiento bárbaro” de la economía dominicana, re­sulta difícil que “el gobierno que cambia”, ponga exigen­cia a los viajeros nacionales y extranjeros que llegan desde Europa, Estados Unidos, Ca­nadá y Brasil.

El peligro de que llegue la peligrosa variante del co­ronavirus Ómicron y se ex­panda en República Domini­cana, un país sin educación sanitaria ni un sistema de sa­lud sólido, no es de Sudáfrica o Botsuana, sino de Europa y Norteamérica.

El verdadero blindaje


No existe una fórmula segu­ra para librarse de contraer el Covid-19, pero hay atajos que permiten vivir con relati­va seguridad para evitar con­tagiarse del virus, siempre que se adopten un grupo de medidas puntuales. Al día de hoy está más que claro que el uso de la mascarilla es la pro­tección mecánica más efec­tiva, que si se combina con una higiene rigurosa y cons­tante, más distanciamiento social, dan bastante seguri­dad de que contraer el virus es muy difícil.

Si a esas tres medidas que debían ser parte de una cul­tura profiláctica personal en tiempos de pandemia por afección viral se agregara un esquema completo de va­cunas de las que hay dispo­nibles en el país, librarse de contraer el Covid-19, inclu­so con su peligrosa variante Ómicron, es asequible.

El gobierno ha estado lla­mando a las personas a que se vacunen con dos o tres do­sis para protegerse del Co­vid-19 y no es momento de dudar en acudir a inocular­se para que el virus encuen­tre una primera barrera para entrar al cuerpo, que si ade­más está protegido (el cuer­po) con la mascarilla, el lava­do constante de manos y el distanciamiento social, pue­de crear una muralla inmu­nitaria resistente al contagio del coronavirus.

Fuente; Listín Diario,

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